miércoles, 23 de enero de 2013

Un cuento, una obra de teatro y unos poemas



PROSA

Había una vez, hace muchísimos años, un caballero que se llamaba Rui, que era muy famoso en todo el reino por sus increíbles hazañas.  Era un chico joven, alto y muy inteligente. Tenía un precioso pelo rubio, que hacía que todas las mujeres del reino estuviesen siempre detrás de él. Pero, a pesar de todas estas increíbles cualidades, lo que de verdad hacía a Rui tan poderoso era la combinación que usaba entre la fuerza y la astucia. No había persona en todas esas tierras que hubiera conseguido matar a tantos seres malignos como Rui (entre los que se incluyen orcos, trolls, duendes…). Estaba enamorado de la princesa Mireia, una chica muy guapa de ojos azules y pelo castaño, pero el rey no consideraba que nadie fuese digno de su hija, así que Rui estaba decidido a demostrarle que se equivocaba.

Un día, Rui caminaba por el pueblo cuando un mensajero del rey le interrumpió, y le dijo que el rey necesitaba su ayuda. El caballero, extrañado por la petición de su rey (ya que casi nunca solicitaba ayuda, era una persona muy orgullosa) se dirigió a palacio. Una vez allí, todos los guardias le dejaron pasar, hasta que llegó al salón principal, donde le esperaba el monarca. Éste le explicó que había un malvado dragón escondido en la montaña, que se estaba comiendo a todas las ovejas y cabras del reino. Ninguno de los valientes soldados que había enviado había vuelto con vida, y el rey parecía completamente desesperado. Al ver la situación, Rui no pudo negarse, pero sí que pidió algo a cambio: La mano de su hija a cambio de que matase al dragón. El rey, se lo pensó un momento y aceptó. Es más, ordenó colgar por todo el pueblo un decreto en el que se decía que cualquier varón joven que consiguiese matar al dragón, era digno de poder casarse con la princesa. Esto hizo que muchos de los jóvenes caballeros que había en el reino se preparasen para ir contra el dragón, y dificultó mucho las cosas para el pobre caballero Rui. 

Esa misma tarde leyó el decreto Silvestre, el peor enemigo de Rui. Era un hombre fuerte y malvado, y odiaba a Rui con toda su alma. Además, también estaba enamorado de la princesa Mireia. Ya que él no era tan buen caballero como lo era Rui, decidió que le seguiría hasta que éste matase el dragón y luego dejaría inconsciente al caballero para que fuese él el afortunado que se casase con la princesa. De tal forma, Rui decidió salir esa misma tarde (ya que quería aprovechar el tiempo de ventaja que tenía respecto al resto) y se dirigió con buen ritmo a la montaña. Sabía que hasta dentro de dos días no iba a poder enfrentarse al dragón, ya que uno de ellos lo necesitaría para llegar hasta su guarida y el otro para descansar, ya que ningún ser humano puede vencer a un dragón si no está completamente descansado. Y así lo hizo, dedicó el primer día a escalar la empinada montaña, y el segundó a descansar. Cuando se despertó tras muchas horas durmiendo, decidió que por fin había llegado la hora de enfrentarse al dragón. Para ello buscó primero una gran charca de agua (ya que la gran debilidad de los dragones era el agua, una vez que se introducían en una gran cantidad de agua sus patas y sus alas se debilitaban de golpe y se ahogaban), con la gran fortuna de que no muy lejos de la guarida, a poco menos de un kilómetro se encontró un lago. Con todo ya preparado, el caballero se introdujo en la cueva para enfrentarse al dragón. Iba siempre de puntillas intentando hacer el mínimo ruido posible para que el dragón no le oyese. Y tras un minuto avanzando por fin lo encontró, durmiendo al final de la cueva. Rui se quedó impresionado por el tamaño de la bestia: era más que dos veces su casa. El caballero sabía que si lo despertaba y se enfrentaba a él en un espacio tan pequeño, el dragón le aplastaría en un momento, así que ideó una estrategia. Pensó en los puntos débiles de estos animales e inmediatamente se dio cuenta de lo que tenía que hacer. Los dragones tenía un oído muy sensible, por lo que si hacía un gran sonido el dragón se quedaría aturdido durante un rato y a Rui le daría tiempo a salir de su guarida corriendo. Además, el eco de la cueva seguro que ayudaría a que tardase en recuperarse. Y así lo hizo, el caballero golpeó con todas sus fuerzas su escudo metálico con su espada y salió corriendo. Inmediatamente, el dragón rugió furioso y empezó a dar manotazos y coletazos a diestro y siniestro. Rui estaba seguro de que iba a llegar sin problemas a la salida cuando notó que la temperatura de la cueva había aumentado considerablemente en un segundo. Inmediatamente supo lo que iba a pasar: el dragón estaba a punto de escupir fuego. Así que Rui aceleró todo lo que pudo, con tal suerte que justo cuando llegó a la salida se tiró a un lado, y por detrás de él salió una gran cantidad de fuego. Rui suspiró, aliviado. Pero inmediatamente siguió corriendo porque el dragón no tardaría mucho en salir. Y así fue, en pocos segundos la bestia, salió furiosa de su cueva. Tenía los ojos rojos, llenos de rabia y mostraba todo el tiempo sus grandes y afilados dientes. Inmediatamente se lanzó contra Rui. Al poco tiempo le alcanzó, pero el caballero era muy inteligente, por lo que justo cuando el dragón se lanzó contra él, se tiró al suelo y el dragón pasó por encima. Rui se levantó inmediatamente y le asestó un espadazo a la pata derecha posterior del dragón. Salió un montón de sangre, y el dragón gimió de dolor. Rui siguió corriendo, consciente de que la furia del dragón sería todavía mayor, pero ahora tenía una gran ventaja: La bestia reduciría el ritmo al tener la pata dañada. Pero para su sorpresa no fue así, el dragón incluso aumentó la velocidad, haciendo pensar a Rui que su plan había fracasado. Pero a los pocos minutos el dragón empezó a cojear y a reducir el ritmo, el plan iba tal y como él lo había previsto. Al poco tiempo llegaron a las orillas del lago, y el dragón paró en seco. Era un animal muy listo y sabía que en ese terreno tenía todas las de perder. Desafortunadamente, por esa zona pasaba un pastorcillo, ajeno a todo lo que estaba pasando. No veía al dragón porque los árboles le tapaban, pero éste si había visto al pastor. El dragón sonrió, e inmediatamente Rui se dio cuenta de lo que iba a hacer. El caballero salió corriendo hacia la dirección del pastorcillo. Éste, le miró con cara de curiosidad, pero entonces oyó las zancadas del dragón e inmediatamente comprendió lo que estaba pasando. Salió corriendo hacia el lago, pero era muy lento y el dragón le iba a atrapar rápidamente. Justo cuando el dragón le iba a comer, Rui saltó y puso su cuerpo delante para que al pastorcillo no le ocurriese nada. El dragón, furioso, se dio cuenta de que iba demasiado rápido y que iba a pasar de largo, así que estiró mucho la pata para llevarse a las dos personas con él, pero no llegó a cogerlos. En cambio, sí que llegó con las garras, y rasgó toda la parte derecha de la armadura e hizo una gran herida cerca de las costillas a Rui. El dragón se tropezó al intentar frenar, y cayó al agua. Allí dentro rugió muy intensamente durante unos minutos, pero luego se hundió. El pastorcillo, que nunca había visto ninguna criatura semejante en su vida, huyó asustado, dejando al pobre Rui herido y tendido en el suelo. Entonces apareció Silvestre, que asestó un fuerte golpe en la cabeza de Rui dejándole inconsciente. Luego, le subió encima de un caballo e hizo que este galopase hacia el norte, en la dirección contraria al reino en el que vivían. Luego, volvió al pueblo y llamó al rey para que viese al dragón dentro del agua ahogado, y cómo había sido él quien había matado a semejante fiera. El rey quedó asombrado, e inmediatamente le pidió que se casase con su hija. Silvestre aceptó encantado, pero la princesa no estaba tan contenta, ya que conocía a Silvestre desde pequeño y sabía que era una persona cruel que siempre hacía trampas. Ella quería a Rui, el caballero valiente y bondadoso. 

Al cabo de unas horas, Rui despertó y paró al caballo. No sabía lo que había pasado, y no se podía aclarar porque la cabeza le daba vueltas. Además, la herida en las costillas sangraba mucho y si no paraba la hemorragia se podía desangrar. Bajó del caballo y cortó parte de su ropa para intentar hacer un torniquete. Al cabo de un rato, le dejó de sangrar, pero estaba muy débil para intentar levantarse, y buscar comida y ayuda, así que se quedó allí, apoyado en un árbol sin saber qué hacer, seguro de que iba a morir. 

El pastorcillo había seguido el rastro del caballo. Se sentía fatal por haber dejado al caballero solo y herido, y cuando vio lo que Silvestre le había hecho, decidió seguir al caballo para ayudar al caballero que le había salvado la vida. Al cabo de medio día siguiendo el rastro, encontró al caballero apoyado sobre un árbol y muy malherido. Si no hacía nada pronto, moriría. Así que subió al Rui al caballo, y luego se subió él, y se dirigió a su casa al galope. No estaba muy lejos de allí, y yendo a caballo tardarían solo un par de horas. 

Cuando Rui se despertó, no sabía dónde estaba. Le dolía mucho la cabeza y lo último que recordaba era haber matado al dragón, pero no sabía que había pasado después. Al darse cuenta de que el caballero se había despertado, el pastorcillo se acercó corriendo para explicarle todo lo ocurrido. En cuanto Rui escuchó toda la historia, se levantó furioso e intentó irse, pero el pastorcillo se lo impidió, ya que apenas tenía fuerzas para estar de pie. Al siguiente día, Rui ya estaba mucho mejor, así que después del almuerzo cogió un caballo y se marchó a palacio a contarle la verdad al rey. Cuando llegó, los guardias no le dejaron pasar. Resulta que al día siguiente era la boda de Silvestre y Mireia, y el rey estaba muy ocupado con los preparativos. Como Rui conocía muy bien el palacio, decidió saltar por la parte trasera del palacio, donde había una muralla muy poco vigilada. Se dirigió corriendo al salón principal para hablar con el rey. Entró de golpe en el salón y vio que el rey estaba con Silvestre. Rui, furioso le acusó de haberle engañado al rey y de haberle traicionado a él. Enseñó su cicatriz al rey, pero este no pareció muy convencido. Conforme Rui iba explicándose y acusando a Silvestre, la desesperación se iba apoderando de él, porque el rey no le creía y se estaba cabreando. Finalmente el rey dio un grito y mandó callar a Rui. Ordenó a sus guardias arrestar al caballero y se lo llevaron a rastras a la plaza del pueblo. El rey quería ahorcar delante de todos sus súbitos al caballero para imponer respeto. Mientras se llevaban a la fuerza a Rui, Mireia entró en el salón. Al ver la escena intentó ayudar al caballero, pero fue inútil. Suplicó a su padre que le soltase pero como estaba tan furioso no la escuchó. Después de unos cuantos minutos, los guardias consiguieron llevar a Rui a la plaza. Aunque estuviese débil era muy fuerte, y varias veces necesitaron ayuda para que no se escapase. En cuanto llegaron los guardias colgaron al caballero y el rey dio un discurso de lo que pasaba cuando se le faltaba al respeto y se acusaba de mentiroso a alguien que ahora consideraba de su familia. Pero justo cuando estaba a punto de terminar, una voz entre la multitud gritó: ¡Rui está diciendo la verdad, yo lo vi! – El rey se calló inmediatamente, e intentó localizar a la persona que había dicho eso. Inmediatamente apareció el pastorcillo, abriéndose paso entre la multitud. Entonces explicó al rey la misma historia que le había contado Rui, y el rey se dio cuenta de que el caballero decía la verdad y de que era un verdadero héroe. Inmediatamente mandó liberar a Rui y le pidió perdón por no haberle creído. Como compensación, el rey le dijo al caballero que sería él quien se casase al siguiente día con su hija. Respecto a Silvestre, que había visto todo lo que había pasado y había intentado huir, fue capturado en la salida del reino y sentenciado a vivir todo el resto de su vida en el calabozo. Y de esta forma la princesa Mireia y el caballero Rui fueron famosos, y cuando el rey murió gobernaron con justicia y bondad.     




TEATRO

PERSONAJES

- El señor Vicente: Es el protagonista de la obra. Se trata de un hombre de unos 50 años, muy trabajador que odia la Navidad porque nunca le han traído regalos.
- Esther: Es la hija de la señora Lucía y del señor Vicente. Le encanta la Navidad y quiere que a su padre también le guste.
- La señora Lucía: Es la mujer del señor Vicente. Es una mujer muy alegre. Adora a su marido y apoya a su hija en su intento de convencer al señor Vicente para que le guste la Navidad.
- Santa Claus: Es un personaje muy importante ya que es el que le ha traído todos los años carbón a el señor Vicente.
- El narrador: Todo lo que dice está escrito en cursiva. Es el encargado de ir contando la historia.

EL PODER DE LA NAVIDAD

Es el día de noche buena, y la familia Martínez están cenando juntos al lado de la chimenea.

SEÑOR VICENTE - Yo no entiendo porqué toda esta cena, hoy es un día normal como otro cualquiera.

SEÑORA LUCÍA - No digas tonterías Vicente, ¡hoy es noche buena y mañana Navidad!

SEÑOR VICENTE - ¿Y qué? Siempre se habla de que es un día especial y de que ocurren cosas bonitas en la navidad, pero eso no es verdad, es todo mentira.

ESTHER - ¿De verdad no crees en la Navidad papá?

SEÑOR VICENTE - ¿Y por qué debería creer?

(Se levanta de la mesa para coger la jarra de agua y luego se vuelve a sentar)

ESTHER - ¡Porque la Navidad es un día muy especial en el que viene papá Noel a traer regalos e ilusión a todo el mundo!

SEÑOR VICENTE - ¡No digas tonterías! - da un golpe en la mesa - ¡A mí, desde que tenía 8 años me ha traído siempre carbón! ¿Dónde ves tú la ilusión?

ESTHER - ¿No sería porque te portabas mal papá?

SEÑOR VICENTE - ¿Portarme mal yo? ¡Pero qué dices! Bueno quizás era un poco revoltosillo, es verdad que le tiraba tizas a Emilio (el empollón de la clase) cuando no miraba, que siempre me echaban de clase, que algunas veces hacía pellas, que…

(Esther mira con la boca abierta a su padre, éste se da cuenta)

SEÑOR VICENTE - Bueno, era lo normal para un chico de esa edad, ¿no?

(No hay respuesta)

SEÑOR VICENTE - Me voy a dormir que mañana tengo que madrugar.

SEÑORA LUCÍA - ¿Cómo que madrugar? ¿Es que acaso piensas ir a trabajar? ¡Mañana es Navidad, nadie trabaja!

SEÑOR VICENTE - ¡Pues claro que pienso trabajar, para mi mañana es un día cualquiera! ¡Buenas noches!

(Se levanta y se dirige a su habitación para dormir)

SEÑORA LUCÍA - Hay que ver lo cabezota que es tu padre, siempre trabaja el día de navidad.

La señor lucía y Esther terminan de cenar y se acuestan. Todos están durmiendo cuando a las 12 de la noche, media hora después de que se acostasen, suena un fuerte golpe que despierta al señor Vicente.

SEÑOR VICENTE - ¿Qué ha sido eso? 

El señor Vicente se despierta sobresaltado. Se gira y se da cuenta de que se mujer sigue durmiendo. Silenciosamente, se levanta y se dirige hacia el salón.

SEÑOR VICENTE - ¿Qui… quién anda ahí?

No hay ninguna respuesta. El señor Vicente, asustado, coge un bastón. De repente, al lado de la chimenea, suena un ruido. El señor Vicente se gira y ve a una sombra, pero no reconoce quien es.

SEÑOR VICENTE - ¡Con que ahí estás ¿eh?! ¡Te voy a atrapar ladrón! (Se dirige hacia el extraño) ¡No puede ser! Tú eres…

EL EXTRAÑO - Así es Vicente, ¡Yo soy Santa Claus! Estaba colocando vuestro regalos cuando me he tropezado y he hecho ruido. Así te has despertado.

SEÑOR VICENTE - ¿Santa Claus? Pero no puede ser… (Se repone de la impresión y cambia la cara) Pues ya te puedes ir marchando, porque en esta casa nadie te quiere.

SANTA CLAUS - Sabes que eso no es verdad Vicente…

SEÑOR VICENTE - Bueno vale, ¡Soy yo el que no quiero que te quedes! Y como en esta casa mando yo, ¡te tienes que ir!

SANTA CLAUS - ¿Y por qué quieres que me vaya Vicente? ¿Porqué nunca te hice ningún regalo? 

El señor Vicente se queda mirándole enfadado, pero no responde.

SANTA CLAUS - ¡No te he dado ningún regalo todos estos años porque te has portado mal y nunca has ayudado a nadie! Ven conmigo Vicente.

Santa Claus coge el abrigo del señor Vicente del perchero y se lo da. Luego agarra a Vicente de la mano y en un momento se encuentran en el tejado de la casa, al lado de la chimenea.

 SEÑOR VICENTE - ¿Pero cómo…?

El señor Vicente se gira y ve delante de él el trineo de papá Noel junto con todos sus renos. Santa Claus empuja al señor Vicente y le mete dentro del trineo. Él se mete también y ordena a los renos que vuelen. Al principio el señor Vicente no se atreve a mirar abajo, pero al poco tiempo, asoma la cabeza y abre los ojos. Lo que ve es a dos chicos jóvenes ayudando a cruzar la calle a una señora anciana, a un niño travieso que se ha levantado de la cama sin permiso para abrir los regalos que ha puesto Santa Claus, a una familia que cantan villancicos muy alegres… Todo es felicidad. 

SEÑOR VICENTE - ¿Así que esto es de verdad la navidad? Pues sí que estaba equivocado… Como estaba tan enfadado porque no me traías regalos, no me he dado cuenta de todo lo que me estaba perdiendo.

(Santa Claus se gira y mira al señor Vicente)

SANTA CLAUS - Veo que por fin te has dado cuenta ¡Entonces es hora de volver!

Dicho y hecho, papá Noel giró el trineo y se dirigió a casa del señor Vicente. En cuanto llegaron al techo y se bajaron del trineo aparecieron directamente en el interior de la casa.

SEÑOR VICENTE - Mira, no sé cómo haces eso, pero algún día me lo…

SANTA CLAUS (Interrumpiendo al señor Vicente) - Bueno, ¡parece que mi trabajo aquí ha terminado! Pero antes de irme… (Se lleva la mano a la espalda y saca un regalo de su saco) ¡Toma, esto es para ti!

SEÑOR VICENTE - ¿Para mí? Pe-pero… ¿Porqué me lo das ahora?

SANTA CLAUS - ¡Porque por fin te has dado cuenta de lo que es la navidad, y sé que a partir de ahora serás mejor personas y ayudarás a los que más lo necesiten! 

SEÑOR VICENTE - ¡Muchas gracias! (Se le escapa una lágrima) ¡Me portaré bien, te lo prometo!

SANTA CLAUS - ¡Eso espero!

De repente, Santa Claus desaparece. El señor Vicente se acerca a la ventana y le ve alejarse en su trineo. 

SANTA CLAUS - ¡Ho ho ho!¡Feliz navidad!

El señor Vicente sube a su habitación y se acuesta. Al siguiente día, la señora Lucía y Esther se levantan y bajan jutas al salón para ver los regalos, y al llegar se llevan una gran sorpresa.

SEÑORA LUCÍA - Pero bueno, ¿Qué haces aquí, no estabas trabajando?

SEÑOR VICENTE - ¿Trabajando? ¡Pero si es Navidad!

(La señora Lucia y Esther se quedan boquiabiertas)

ESTHER - Pero ayer tu dijiste…

SEÑOR VICENTE – ¡Da igual lo que dijese ayer! ¡Venid, feliz navidad a las dos!
Y, a partir de entonces, el señor Vicente empezó a ayudar y a interesarse por el resto de las personas, y en su casa siempre se celebró la Navidad.

FIN

 

POESIA

Para la poesía, he decidido utilizar la estrategia de las adivinanzas. He creado dos poesías, son bastante simples pero yo creo que a los niños de primaria les gustarían.

1º ADIVINANZA

Tengo unos ojos grandes
Y un pico corto
Puedo girar la cabeza
Sin mover mi cuerpo

Tengo muchas plumas
Y puedo volar
Mientras duermes
Me gusta cazar.

¿Sabes lo que soy?

2ª ADIVINANZA

Cuando vayas a la playa
Lo podrás ver
Flota por encima del agua
Y nunca se va a caer

Le gusta transportar objetos
Y también personas
Nos lleva de un lugar a otro
Moviéndose sobre las olas

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